lunes, 22 de diciembre de 2008

LA MUJER QUE NO AMO

La carta decía:




Te quiero infinitamente porque no te amo. No te amo. No te deseo, porque las circunstancias impiden que tu seas mía. Cuando te digo las "circunstancias", no pretendo decir -y tú lo sabes- las vicisitudes de la vida, el puesto que ocupas en el consorcio social, las obligaciones que has suscrito hacia otros. El puesto que ocupas siempre puede cambiar, las obligaciones pueden disminuír por medio de mentiras que nos recitamos a nosotros mismos. El hombre y la mujer son pequeñas máquinas ingeniosas para fabricar pretextos y justificaciones. No serás mía, no debes ser mía, por el motivo que se condensa en estas dos palabras: "porque no". Un literato americano dedicó una de sus novelas "A mi mujer, gracias a cuya inexistencia he podido escribir este libro".

Yo, no escribo libros, puedo ddedicarte mi amor simbólico, porque concretamente no te amo; porque a pesar del esplendor de tu frente, el magnetismo de tus ojos, la electricidad que emite tu piel, a modo de débiles ondas discretas, como el ambar frotado, no me produces escalofríos. Te amo porque no te amo. Eres como ciertas cigarras apresadas desde miles de años atrás en una resina transparente.

Eres una obra de arte no mía, que admiro en un museo; eres una tela pictórica en un templo, al cual no llegan mis dedos. Te amo porque eres inalcanzable, y lo eres porque entre tú y yo se ha establecido un pacto recíproco de no agresión, un pacto de no amor. Tengo la seguridad de que el amor no surge en mí, o si surge no arraiga, no germina, no florece, porque yo no hago nada para animarlo. Todos los amores son desgraciados enfermizos que se aguantan en vida porque quieren. Yo no quiero. Yo no quiero saber, no quiero conocer, no indago. Yo se que te pones elegante, te pones bella, te refinas (admito que puedes llegar más lejos del refinamiento-límite) para otros, no para mí. Para otros inventas los embustes más blandos y las mentiras más temerarias, y no para mí, y yo puedo observar apáticamente tus perfidias eventuales, tal vez programadas, como el espectador de un circuito automovilístico que se coloca a prudencial distancia en las curvas propicias a las catástrofes. Yo no corro riesgos, yo me protejo porque no te amo. De tu cuerpo, de tu fisiología períodica, de tu irregular patología (incluso tendrás tus pequeños malestares) no sé nada; ignoro las pequeñas servidumbres que disminuyen la atracción. La atracción no puede disminuir en mí porque no te amo. La Dama de las Camelias se colocaba durante tres o cuatro días una camelia roja en el vestido, que puntualmente le proporcionaba una florista de la chaussée d'Antin. Todos los amantes están informados de aquella camelia roja, aunque no este puesta en evidencia oficialmente. Yo, sin embargo, que soy un superprivilegiado, veo ininterrumpidamente la camelia blanca, porque tu eres para mí un espíritu puro, una abstracción algebraica. Las lágrimas sin sentido, los cambios de humor y las inquietudes de las otras mujeres se explican calendario en mano. Para mí tus lágrimas son de naturaleza cerebral, y eso te confiere una aureola de espiritual melancolía. Tú eres para mí la mujer sin por qué, a partir del momento en que no inventas para mí tus absurdos por qués. Tus actos son siempre geneialmente irracionales. Entre tú y yo nunca habrá las inevitables miserias, las sucias mezquindades del fin, porque nunca habrá un principio. Nuestro amor, o por lo menos el mío es el más bello de todos los amores, porque entre tú y yo el amor nunca existió. Y para terminar, amiga mía, sigue siendo bella, imprevista, insólita y fuera de lo normal. Me gustas así porque eres la mujer que no amo.

Esta carta es de las que no piden una respuesta, pero dado que la mujer (aquella mujer) era un ser exquisitamente irracional, para no perder el tiempo en buscar un sobre, un papel y una pluma me telefoneó:

-Pero ¿no te das cuenta, cretino, de que ninguna mujer ha recibido jamás una declaración de amor tan completa? Mi marido está de viaje, tal vez por culpa de una mujer. Ven al medio día y tomaremos un drink.



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PITIGRILLI: Seudónimo del escritor italiano Dino Segre (1893 - 1975 ), fué muy popular y leído, tanto por su notable ingenio humorístico, como por los temas osados de sus novelas, cuyos títulos despertaban ansiosa morbosidad para la moral que privó en las primeras décadas de este siglo: La Virgen de 18 kilates, Cocaína, El Ombligo de Adán, Ultraje al Pudor, tramadas con desenfadado y escéptico cinismo.


Recomendación: BOSSA JAZZ. "TRIBUTO A BRAZIL"


4 comentarios:

  1. favor de no mandarme nada gracias no estoy interesado en leer pensamientos de nadie.

    atte Armand

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  2. No te preocupes mi estimado Joel, sólo recibirás en tú correo este mensaje agradezco tú comentario, no tengo porque censurar a nadie y quién me haga la petición le será complacido, saludos.

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  3. me gusto, y mucho...

    yanhyn*

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  4. Oh!!!! gracias por tu comentario, nos seguimos leyendo en RS.

    rodia*

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